Crónica de la Ruta nº2: Rincón del Agua – Pozo de la Nieve ‘Descubriendo Moratalla’

0
828

Uno de los milagros que ocurren a diario, mientras la mayoría de la población duerme, son los amaneceres… (Gratificante premio a nuestro grupo de andarines madrugadores) y, probablemente uno de los mejores lugares para asistir al espectáculo del nacimiento de un nuevo día, es el mirador de la Casa Cristo, punto de partida de la excursión “Descubriendo Moratalla” de este ventoso domingo de Febrero.

Durante la noche, el aullador viento, digno del “Armagedón”, ha amansado su furia y, previa tregua firmada, una calma casi absoluta es rota por los primeros trinos de las totovías, anunciando la pronta presencia del astro Rey. Lo negativo de estos fuertes vientos, son los desastres que provocan en nuestras frágiles vidas, lo positivo, y de lo que disfrutamos en primer lugar, es de una atmósfera limpia que nos permite ver sierras tan lejanas como la del Carche en Jumilla.
A la vez que nos saludamos y damos una especial bienvenida a Mavi en su regreso , el sol se eleva señalando con precisión el Este. Su luz dorada baña el paisaje, y a nosotros con él, como si fuera un bautizo que nos permitiera partir a un nuevo viaje en la historia, que hoy nos cuenta la sierra de Los Álamos. Así, nuestro grupo de crono-nautas parte en este caso a un punto cercano de nuestro pasado, el final de La Frontera y la historia del Aparecimiento que nos traslada a 1493, y a la posterior construcción de la Ermita y del Convento Mercedario; en su claustro intentamos imaginar la vida de estos monjes, y la época en que gentes venidas de toda España, bebían de sus fuentes de aguas “milagrosas”. Seguidamente nos incorporamos al inmediato Cordel de Cehegín, que nos introduce en el bosque de pinos rodenos, para continuar por la pista que corre a los pies de “Los Frailes”, fijándonos en cómo varía la vegetación, evidenciando el cambio de vertiente. La pista nos sitúa sobre el valle del Río Alhárabe, donde las vistas son espectaculares, y desde donde tenemos una inmejorable visión sobre la Sierra del Cerezo. Este año, se cumple el 20 aniversario del fatal incendio que asoló una buena parte de nuestro territorio y otros colindantes.

El recuerdo a día de hoy es tan cercano, que parece mentira que ya sean 20 los años transcurridos desde entonces. A pesar de la excelente recuperación de la masa boscosa, aún se dejan ver increíbles plegamientos y cabalgamientos en los estratos que no han sido cubiertos por la vegetación. Continuamos nuestra marcha atisbando como “sabuesos” los múltiples puntos en el camino, donde el desgaste deja ver el Acueducto de la Umbría, cubierto a día de hoy por la pista forestal. Siguiendo su antiguo trazado, llegamos a uno de los puntos en el que la construcción aún se conserva en un muy buen estado, teniendo en cuenta que estamos hablando de casi 500 años de historia. Esta sierra de naturaleza dolomítica, nos regala un paisaje de cumbres angulosas y abruptas, con agujas de roca que parecen colocadas para desgajar las nubes bajas…es la magia de la química, que preside una buena parte de todo lo que nos rodea y lo que somos, sólo con el cambio de un par de componentes, transforma el paisaje que nos rodea. La erosión de las dolomías, rivaliza en espectacularidad con el acueducto encaramado increíblemente en los cenajos, mimetizado con el entorno, su estado de conservación es estupendo.

Vestigio de una obra que en su momento tuvo que ser todo un acontecimiento para la población de Moratalla. También en este punto, reparamos en que la humedad de la vertiente norte, facilita la proliferación de especies vegetales como las enredaderas que se afanan en reptar por los troncos de los árboles en busca de un poco más de luz, y la estrella botánica de hoy, el bosquete de Pteridium aquilinum, lejos de su área habitual de distribución, encuentra en este barranco su mejor refugio en la Región de Murcia, vegetación relicta que a pesar de las dificultades, sobreviven a inviernos tan secos como el que estamos padeciendo este año en el Sureste Español. Ascendemos por la empinada senda que nos conducirá hasta la Fuente de la Umbría. Origen del “Agua del Cañico”, y al Pozo de la Nieve, impresionante construcción en franco deterioro que en otro tiempo fue vital para la obtención de hielo.

Durante el ascenso, vamos encontrando diversos rastros de los pobladores de este barranco, excrementos de Zorro llenos de semillas de Escaramujo, rascaderos de Jabalíes, hojas secas del Arce que vive dentro del pozo, (con un liquen colgante incluido como huésped) y de los Quejigos que pueblan la ladera… Unos suelos con un fantástico perfil húmico, mezclado con los canchales de las dolomías, propician un bosque mixto en el que los Pinos Rodenos, Quejigos y Encinas, se mezclan con especies que gustan de la compañía de estas últimas, como el Durillo.

Los Agateadores, Mitos , Herrerillos y Reyezuelos, completan el ambiente susurrando sus trinos mientras se escapan como sombras entre la vegetación…otro bosque “encantado”… También vemos ya las hojas de las orquídeas que esperan pacientes la llegada de la primavera para florecer. Si impresionante es el Pozo, tanto o más lo es la construcción anexa que sirvió de vivienda a aquellos esforzados trabajadores en épocas en que el frío a estas alturas y con los medios de entonces, debió de convertirse en el peor de los lobos, con sus dentelladas de hielo.
El sol que nos había acompañado desde primera hora, ha desaparecido tras una densa capa de nubes que cubre todo nuestro horizonte y amenaza lluvia, así que comenzamos el retorno hacia la Casa Cristo, donde en el Restaurante “La Pastora”, la familia de Juani va a ser la protagonista de la segunda parte de nuestra ruta, el conocimiento y disfrute gastronómico. Hoy nos deleitaremos con un plato tradicional que a buen seguro fue consumido en infinidad de ocasiones por las gentes que trabajaron el hielo, unos gazpachos al estilo moratallero, nada mejor para quitarse el frío y la humedad de la incipiente lluvia, y entrar en comunión con el espíritu de nuestro viaje de hoy. Vinos de la Tercia de Ulea completan nuestra invocación al espíritu de estas tierras, y por supuesto, otras viandas que en “La Pastora” preparan con la misma sabiduría y mimo que antaño. Brotan las risas al calor del vino, y comentamos de nuevo las sensaciones vividas saboreando dulces y buñuelos, y soñando con nuevos viajes a lo más profundo de esta tierra que levanta pasiones,Moratalla.

[wzslider autoplay=»true»]

Comments