El exsacristán de Cieza admite haber violado a tres monaguillos y acepta cinco años de cárcel

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Sus víctimas lloran en los pasillos de la Audiencia Provincial por encontrar Justicia más de dos décadas después de las agresiones sufridas

Salió del Palacio de Justicia con la orden que decreta su ingreso en prisión bajo el brazo. Francisco J. R., que en tiempo ejerció como sacristán en una iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, en Cieza, este jueves reconocía en el banquillo de la Audiencia Provincial de Murcia haber violado a tres monaguillos. Los hechos, que ocurrieron entre los años 1999 y 2003, se enjuician ahora. Aunque, al haber conformidad, no hubo juicio como tal. Cinco años de prisión fue la condena.

Los agredió sexual y físicamente, les intentó camelar con regalos y les amenazó con represalias si no cedían a sus deseos. La Fiscalía solicitaba en principio para él penas que sumaban hasta 45 años de cárcel por violar a tres monaguillos. Las conclusiones provisionales del Ministerio Público reclamaban, además, que sea condenado a indemnizar a los perjudicados con alrededor de 170.000 euros. Sin embargo, las partes llegaban a un acuerdo de conformidad al comienzo de la vista, con lo cual no había juicio y la pena quedaba pactada.

A una víctima, ha de indemnizarla 120.00 euros; a otro, 30.000; al tercero, 20.000.

«Dado el cariz de los temas que se van a enjuiciar, y que puede afectar a su persona e intimidad, el juicio se va a celebrar a puerta cerrada», anunciaba el magistrado presidente. Medios de comunicación y público salían de la sala, donde se quedaba solo el procesado, en el banquillo. Para reconocer los hechos y aceptar la condena.

En los pasillos del Palacio de Justicia, una de las victimas, ya un hombre adulto, lloraba apoyándose en la pared. Las víctimas, menores en el momento de los hechos, denunciaron lo que les pasó años después, cuando ya habían cumplido los 18 años, y se encontraron, aseguran, con la incomprensión de unos vecinos que dudaban de sus testimonios. Ahora la condena al sacristán les da la razón.

«Dios los castigará, porque hay una Justicia divina», gritaba una mujer, hermana del cura y allegada del condenado, al conocer la sentencia.

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